Una mano sostiene una paleta de colores muy estudiada; la otra, el pincel favorito para el primer trazo, o un lápiz, o una carbonilla. Sea cual sea el material para comenzar a acariciar el espacio blanco. En la mesa una espátula, para los más quisquillosos; set de pinturas que pueden ser óleo, acrílico, lápices acuarelables, acuarelas, tinta china; y demás materiales para comenzar a relacionarse con la hoja o el lienzo o bastidores.
Estás técnicas no pasaron de moda, pero no intervienen en el mundo como el arte callejero que sobresalta las tediosas paredes de la ciudad. Son nuevos lenguajes, nuevos códigos de comunicación, nuevas formas de plasmar una idea o un sentimiento. Y todo a la vista de los miles de transeúntes.
El precursor
Si pensamos en un precursor del arte callejero es inevitable nombrar a Jean Michael Basquiat. Su influencia en el arte callejero comienza con su firma SAMO, siglas que significan “la misma mierda de siempre”. “SAMO pone fin al lavado de cerebro religioso, la política de la nada y la falsa filosofía”, decían sus mensajes.
Política de arte
En Argentina las intervenciones en las calles protagonizaron para difundir opiniones políticas y reclamos. A fines de la década del 60, artistas utilizaron pintadas con aerosol, dentro del proyecto multidisciplinario llamado “Tucumán Arde”. El lema, escrito por toda la ciudad, se enfocaba en generar conciencia sobre los despidos a trabajadores y las campañas falsas de prensa y comunicación producidas por el gobierno militar. El gobierno afirmaba que el trabajo en la provincia de Tucumán había aumentando y que no había desempleo. Ocurría todo lo contrario: no sólo había gente desempleada, sino que había gente muriéndose de hambre.
En la última dictadura militar, volvieron a aparecer estos métodos de protesta y conciencia social. Se realizó el Siluetazo, siluetas pintadas de los detenidos-desaparecidos, se expandieron por la plaza de Mayo.
Luego de la crisis del 2001 y de la invasión de Estados Unidos en Irak, se crearon nuevos lemas en el arte callejero. Estos factores consolidaron nuevos estilos dentro del ámbito local; a los grafiteros de la vieja escuela, se sumaron diseñadores y artistas; Creándose así los crews, quienes abarataron los costos de los materiales al comprar en conjunto. Estos grupos unen ilustradores, diseñadores gráficos, artistas plásticos, estudiantes y autodidactas con apodos de fantasía.
Por otro lado, el grupo de artistas Buenos Aires Stencil se destacó por sus estampas en las calles de la ciudad a principios del 2002, donde la cara del entonces presidente de USA George W. Bush lucía ridiculizada con las orejas de Mickey Mouse con la inscripción “Disney War”. Con ellos empezaron a proliferar artistas que comparten la misma matriz: grandes referentes culturales a nivel internacional, como Bush, Fidel, la compañía de comidas rápidas Mc Donald’s, Marilyn Monroe, Cristo, para ridiculizarlos o criticarlos a través de los stencils. Algunos de ellos son: Run Don’t Walk (“Corre, no camines”), Arde Arte, Burzaco Stencil, A.P.I.O. (en Chubut), entre otros.
Del lienzo a las paredes
Aerosoles, latas de pintura especiales, esmalte sintético y fibrones son los materiales preferidos de los artistas callejeros. Lo interesante de estos artistas es que trabajan con la superficie, no les interesa si la pared esta deteriorada, todo lo contrario, trabajan con ella. Juegan con el contexto. Así lo dice Maria Bedojan: "La calle es un laboratorio donde se ponen a prueba las obras de manera tangible y pragmática. Estoy pintando o dibujando y ya lo está viendo alguien, se transforma". Bedojan ha participado en el Festival de Arte Contemporáneo (arteBA) del año 2009.
"Pintar en la calle enriquece, más que restar. Las pintadas suman estéticamente a la ciudad: son cuadros que la gente que pinta le regala a la gente que pasa caminando", agrega Caro Chinaski; historietista, ilustradora y artista plástica autodidacta que expuso sus obras mayormente en Argentina (CC Recoleta, CC Borges, Galería del Infinito, Espacio 6.0) también en México, España y Alemania.
Estuvieron por las calles
Lo interesante del arte callejero es su constante interacción con artistas internacionales. En el año 2008, Julian Beever trabajó para una campaña publicitaria de la telefónica Movistar, del Grupo español Telefónica. Beever crea dibujos en 3D en el pavimento con un método llamado anamorfosis que crea una ilusión óptica que desafía las leyes de la perspectiva. Por otro lado desde Alemania el artista Blu Blu. A medida que realiza su obra toma un fotograma de cada movimiento de su personaje, para luego crear un stop motion contando una historia. Su obra se basa en el juego constante en la identidad del humano.
Y como siempre: capitalismo
Todo comenzó en el underground, algunos criticando al sistema, otros por el simple amor a expresarse a través de los aerosoles, latas de pintura especiales, esmalte sintético y/o fibrones.
Pero Como todo lo que empieza en el underground o como crítica al sistema, el arte callejero comenzó a convertirse en algo más que clandestinidad o arte, abandonando su esencia impulsiva.
De a poco se convierte en un negocio que ofrece innovación, decoración y fácil adquisición a contratantes que desean salir de la rutina publicitaria. Los comerciantes adoptan esta forma de arte como estrategia porque saben lo llamativo que son los graffiti y cómo atraen a sus públicos. Se aprovechan de sus distintas formas el tradicional graffiti, los murales, stencils (pinturas con moldes), stickers y marcadores para hacer tags (“firmas”). El nuevo enfoque permitió que el graffiti extienda su técnica por billares, salones de bellezas, gimnasios, dormitorios, y otros lugares. En la actualidad, varias galerías se dedican exclusivamente al arte callejero, quitándole lógicamente su principal esencia de callejero, como la mítica Hollywood in Camboya en Palermo Viejo.